3 sept 2008

EL GATO

Cuando cayó el esplendor del Imperio Romano, llegó la Edad Media en donde los gatos pasaron a ser odiados y temidos, perseguidos por tratarse de instrumentos del demonio y compañeros favoritos de las brujas. Debido a sus hábitos nocturnos creían que tenían trato con el diablo. Esta asociación del gato con la brujería fue culpable de muchos actos de crueldad hacia el gato a través de los siglos medievales

Señal de satanismo era que los gatos no obedecieran al hombre que había sido creado a imagen y semejanza de Dios, implicando esta actitud que fueran siervos e instrumentos del demonio. También eran una señal sus maléficos ojos brillaban en la oscuridad, dado que ésto tenía que ser obra del diablo. Además, de noche abandonaban sus casas en las ciudades y salían a los bosques, por lo que debían ser hijos de la oscuridad y de un mundo tenebroso


Por si fuera poco, en los cementerios había gatos, por lo que deducían que el espíritu de los muertos se había apoderado de ellos. La imaginación del hombre llegó a justificar los fenómenos atmosféricos culpando a los gatos dado que sus carreras precedían a tormentas y a tempestades, motivo por el que corrían alocados al ser ellos mismos quienes desencadenaban los elementos contra el hombre por obra del diablo.


Los gatos fueron víctimas de una terrible persecución originada por la ignorancia y por absurdas supersticiones que relacionaban al gato con determinados ritos diabólicos. Se quemaban en las hogueras a los heterodoxos de la religión y a los brujos. Pero también se quemaban a los gatos, máxime si se trataban de gatos negros. Desde el s. XII se empezó a relacionar a los gatos con el paganismo y la brujería. Existía una creencia muy difundida que afirmaba que los brujos y, sobre todo, las brujas podían convertirse en gatos, y viceversa.




Dado que los gatos eran seres diabólicos, había que matarlos, ya que a los 9 años se convertirían en brujos poderosos. La ignorancia llegó a justificar que cuando los gatos eran arrojados desde lo alto de las torres de las iglesias y no se mataban porque caían de pie, lo era en realidad porque eran salvados por el diablo.

Había recompensas económicas por la entrega de gatos muertos para ser quemados en hogueras. En algunas ciudades existía un día especial dedicado al rito. Así, en Inglaterra, Francia y Alemania, en el día de Todos los Santos, se iniciaban las fiestas populares con la quema de cajas y sacos llenos de gatos vivos. En Escocia, los gatos eran empalados y asados vivos durante dos días, en una ceremonia llamada "La cena del diablo". En París, durante la noche de San Juan, se quemaban gatos vivos en presencia del Rey, hasta que Luis XIV prohibió estas hogueras. En las ferias de los pueblos se incluía el tiro al gato como entretenimiento (metían al gato en un canasto y había que atravesarlo disparándole flechas).

Como consecuencia de aquella persecución a la que eran sometidos los gatos en esta época, las ratas y ratones invadieron las ciudades, produciendo gravísimos daños en los alimentos. A mediados del s. XIV, una plaga originada por ratas, conocida como la Peste Negra, atacó a las ciudades europeas. Las pulgas de las ratas comenzaron a transmitir la peste, que llegó a exterminar a la tercera parte de la población de la época. La gente comenzó a darse cuenta de que en donde vivía un gato no había ni ratas ni peste. Entonces, fue reconocida su valía como depredadores. De esta manera, los gatos se salvaron a sí mismos.

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